martes, 3 de noviembre de 2009

Moviéndome hacia E-learning

Sin el ánimo de excusarme por mi baja participación en el curso o de criticar la metodología utilizada, esta semana me he estado cuestionando varios asuntos que han surgido durante el curso, y que me han hecho cuestionar mi práctica docente en esta modalidad. Estos asuntos van desde abarcan el rol del facilitador, el estudiante y el mismo proceso que conlleva el aprendizaje en línea.

Necesito partir evaluando la premisa que una de las grandes ventajas de esta modalidad de estudio es el tiempo. Si bien esta modalidad permite a sus participantes tener acceso en cualquier momento a los contenidos y actividades propuestas, y dedicar la cantidad de tiempo que cada participante necesite para lograr los objetivos personales, es para mí una de las grandes limitantes para alcanzar los objetivos (los propuestos por el programa, el facilitador, los compañeros, o el propio integrante). ¿De qué depende este manejo de tiempo? Para mí, son muchos los factores que influyen en el manejo de tiempo entre los cuales se pueden incluir el tutor o facilitador, el estudiante, las actividades propuestas, la metodología, etc.

Tomemos las actividades propuestas por el tutor en primer lugar. ¿En qué medida está el tutor realmente consciente del tiempo que requiere los integrantes del curso para cumplir las actividades que estima llevarán a sus estudiantes a lograr los objetivos que inicialmente se planteo para el curso? Creo que la primera falla de un curso en línea está en no contemplar y tomarse la molestia de realizar todas y cada una de las actividades propuestas para el día, la semana, el mes – o como se haya organizado el curso. ¿Cómo estamos midiendo el tiempo que cada integrante debe tomar para realizar dichas actividades? ¿Nos estamos tomando la molestia de realmente leer ese artículo, ver ese video, y sumar los tiempos que les tomará a los integrantes del curso realizar las diferentes actividades propuestas? Me hago esta reflexión porque esta queja es muy frecuente entre mis estudiantes. “Profe, es que el tiempo no me alcanza”, me decía el otro día un estudiante quien hacia una comparación con el curso anterior a este. ¿Qué cambio? Este semestre decidimos incluir un descriptor de actividades en las que se incluyen las actividades mínimas que los estudiantes en un curso presencial deben realizar. Es decir, para mí, el mínimo de trabajo para mis estudiantes en modalidad virtual está establecido por el número de actividades que debe cubrir un estudiante en modalidad presencial. ¿Es ésta una medida justa frente a la dificultad que ya implica no tener un guía permanente? Adicionalmente a las actividades planteadas por el planeador, solicitamos a los participantes participar en foros, publicar un ensayo, contestar las evaluaciones valorativas de lectura o escucha, etc. (vale la pena aclarar que se trata de sólo una, máximo dos, tareas por semana). Si bien no pedimos a nuestros estudiantes sus anotaciones o mostrarnos evidencia de lo realizado durante la semana (trabajo que muy pocos realmente hacen), es muy curioso que los estudiantes sientan el curso más pesado que un curso regular. Creo que se hace necesario en cualquier actividad que se proponga dar los tiempos estimados que el estudiante debe tomar en dicha actividad, mas no con el ánimo de establecer límites y violar esa ventaja de flexibilización que aporta el aprendizaje en línea.

En segundo lugar es importante contemplar la metodología del curso. Este curso me ha guiado realmente por una experiencia del aprendizaje social y el compartir el conocimiento. Sin embargo, he experimentado una gran frustración que se ha degenerado en un sentimiento opresor y de desasosiego (overwhelming) frente a la abundancia de recursos e información. Por un lado está la lectura y exploración de los 6 – 8 recursos sugeridos, todos muy importantes e interesantes sin lugar a duda, pero pesados y extensos para abordar en una sola semana. Adicionalmente, esta la exploración de los recursos que el propio integrante debe buscar para ir contestando sus propias inquietudes e interrogantes. El leer en computador, para mí, no es fácil y resulta ser una tarea extenuante. Aun cuando poseemos herramientas útiles como Diigo que nos permite ir subrayando, haciendo anotaciones al margen, etc. no me resulta tan sencillo volver a esas anotaciones y recobrar el hilo de lo que venía leyendo la noche anterior. Adicionalmente a los recursos sugeridos por el docente, están aquellos que los integrantes del curso sugieren y que en algún momento intente leer para tener una opinión informada de lo que estaban leyendo. Resultó imposible seguir el ritmo de artículos sugeridos y, siendo sincera, renuncie a hacerlo dado que terminé atrasándome en mis actividades. Ante este maremágnum de información lo único que se puede hacer es tratar de ser selectiva y tratar de vislumbrar lo que más o menos se acerca a mis intereses.

Por otra parte, está el publicar semanalmente una reflexión argumentada frente a estos recursos. Si bien es un ejercicio muy útil, resulta una labor muy ardua. ¿Por qué resulta difícil? Por una parte hasta hace muy poco se comenzó a fomentar el escribir; por lo tanto, no me siento preparada para escribir y mucho menos para dar a conocer y someter mis pensamientos al escarnio público. Las pocas experiencias que he tenido escribiendo han sido frustrantes y han dejado una marca de desagrado ante esta actividad. (¿Será que existe en el mercado un curso que le enseñe a escribir o se nace escribiendo bien?) Sea como sea, el tratar de demostrar el grado de apropiación del material sugerido de forma estructura y comprensible es difícil. Para mí, debería existir una lectura previa de un agente externo de los documentos producidos antes de darse a conocer, por lo menos para valorar la coherencia y cohesión del texto. ¿No sería adecuado implementar la metodología de par académico para estos cortos, pero sustanciosos, artículos?

Finalmente, está el comentar los diferentes artículos producidos por los integrantes del curso. De nuevo enfrento impotencia frente a la cantidad de información producida (y sólo somos 20?) semanalmente, respeto y temor por los argumentos presentados. ¿Qué tan informada estoy frente a lo que mis compañeros están publicando? ¿Qué tan inteligente sonará mi comentario frente a lo que él/la ya leyó y se informó para escribir dicho comentario? Si bien he aprendido muchísimo de sus aportes semanales, me he divertido y reflexionado leyendo sus argumentos y compartido su opiniones y preocupaciones, aún no me siento con autoridad para comentarlos.

Si bien entiendo el propósito de la metodología utilizada nuevamente me pregunto, ¿cómo se puede lograr un ritmo de trabajo ante tanta actividad semanal?, ¿Qué tanto espera el tutor – finalmente soy un estudiante – que logre realizar durante la semana? Pero más importante aún es ¿qué tanto realmente estoy aprendiendo? O ¿Será que solamente estoy acumulando información exponencialmente, como lo plantea Brey en la Sociedad de la Ignorancia? Supongo que deberé esperar a que termine este curso para realmente evaluar qué tanto aprendí, qué tanto puedo implementar en mi practica docente o si solamente soy una analfabeta funcional. ¿Por qué hasta el final? Porque el tren de actividades que se sucedieron, se sucede y están por suceder no parará sino hasta que deba.

Finalmente, el aprendiz. ¿Cuánto tiempo esta un estudiante realmente dispuesto a estudiar de forma independiente? Un estudiante me comentaba que le era difícil encontrar un ritmo de trabajo frente a una serie de actividades propias de su estudio que ve más urgentes. ¿Urgentes? Sí, porque son presenciales y debe rendir cuenta de ellas a la hora siguiente, al día siguiente, a la semana siguiente, y como el curso no le exige realmente una presentación de sus labores frente al tiempo, se “deja colgar” en las actividades propuestas. ¿Cuántos de nosotros no nos hemos visto también en esta disyuntiva? Si bien me he propuesto dedicar todas las noches al menos dos horas para la lectura y el trabajo de la maestría, me he encontrado en algunas ocasiones frente a tareas laborales o familiares que no dan espera. El ritmo propio de la vida diaria, lamentablemente, atropella y es nocivo para este tipo de formación en donde no hay realmente quién lo fuerce a seguir adelante, a leer más, a participar más. No existe sino unas fechas, muchas veces flexibles debido al tipo de curso o imaginarias, que marcan un final, pues lamentablemente en la educación formal todo debe tener un final.

5 comentarios:

  1. Qué buen análisis crítico y autocrítico. Tocas temas que me han venido cuestionando estas últimas tres semanas, mismas en las que mi escasa participación en elrn09 se asemeja mucho al silencio absoluto. He tratado de seguirles el ritmo a las publicaciones de los participantes, he descargado y marcado como favoritos los materiales propuestos, pero están en cola, esperando que pueda ir atendiéndolos uno a uno, como en oficina pública; del 70% de los documentos, he podido abordar juiciosamente un 15%, y mi blog está lleno de borradores sin publicar, de ideas sueltas, de anotaciones inconclusas, pues cada vez encuentro más y mejores cosas para decir, así como más cosas insulsas, a la par que preguntas y cuestionamientos cada vez más complejos; lo que sí es cierto es que esta experiencia me ha hecho preguntarme cosas que antes ni se pasaban por mi cabeza y revaluar los pre-conceptos que tenía sobre los cursos en línea y sobre las experiencias educativas en e-learning.
    Me parece muy acertada tu descripción de lo sobrecogedora que puede llegar a ser la cantidad de información que somos capaces de percibir a través de estas herramientas; creo que sólo la dimensionamos viviéndola en carne propia, pues antes era sólo un imaginario.

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  2. Connie, me uno a tus comentarios. Será que todos estos sentimientos y vivencias hacen parte del caos al que se refiere Siemens con la teoría del Conectivismo?, en el cual el aprendizaje depende de el nivel de interacción, la habilidad para seleccionar lo importante, lo veráz, lo práctico y además de lograr comunicarlo, pero incrementando su contenido en términos de nuevos conocimientos.
    Estamos preparados para esta dinámica? y nuestros estudiantes?. Definitivamente es un caos, que no podemos eludir.

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  3. Connie, tus comentarios son muy inquietantes, has planteado algo que solamente a mi me pasaba, pues te cuento que mi pregunta de investigación son las vivencias, experiencias,y actitudes que tiene una persona que participa de un ambiente virtual de aprendizaje. Creo que has planteado algo muy cierto y son los tiempos y movimientos que se deben tener en cuenta al momento de planear, diseñar, crear, una experiencia e-learning. Deberiamos estandarizarlas?

    Adicionalmente, me hace pensar tu comentario, será que estamos generando un stress congnitivo a nuestros estudiantes ¿En que vacanal nos estamos metiendo? y a nuestros estudiantes.

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  4. Hola Constanza,

    Excelente post. Finalmente logré compilar algunas dudas y comentarios que me quedan sobre lo que dices. Para no tomar tanto espacio aquí, las publiqué en mi blog: http://bit.ly/zfXsf

    @Jairo, una duda: Cuál es el efecto/consecuencia de "estandarizar" los tiempos y movimientos de una experiencia e-learning? Por qué sería deseable hacerlo? Note que la pregunta no tiene que ver con factibilidad, sino con sentido. Estandarizar la hace la vida más sencilla a alguien? A quién?

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  5. Al estar leyendo este blog me llegan un montón de emociones que me hacen evocar el proceso que debió ocurrir hace unos dos siglos en la formación del espíritu científico como lo planteaban algunos epistemólogo del siglo pasado. Este proceso de revolución de concatenar evidencias frente a los fenómenos que tenían la posibilidad de ser explicados mediante una formación previa daba la garantía "supuestamente de veracidad" cuando podían ser abordados desde un discurso en construcción como la física, la química etc.
    No quiero pasar de irónico pero me parece fascinante la experiencia Diego los ha precipitado a una serie de descubrimientos individuales como la administración del tiempo, las inhabilidades que nos genera el sistema educativo previo, frente a las competencias comunicacionales escritas, frente las incertidumbres de los temas que nos provocan descubrimientos nuevos. Obviamente deberán estar ocurriendo otra serie de emociones más.
    Quiero evocar solamente el concepto del director de orquesta. Esquien el que coloca el ritmo, las pausas y los acentos en la forma particular de interpretar y leer la partitura, la cual extiende con su lenguaje no verbal en el momento de la ejecución. Este modelo mental es lo que ocurre en las clases presenciales porque quien induce las preguntas, las necesidades de conocimiento son las miradas del docente y los estudiantes asumen como cierto y objetivo, La esta única mirada. De la cual deberán replicar argumentos similares para dar un retorno de comprensión, de atención o de respeto a lo expresado en la clase.
    Me parece fascinante y emocionante que esta turbulencia. Nos enfrente a una nueva visión de la educación y del aprendizaje. Debemos encontrar caminos para reescribir la educación porque en el ámbito de los aprendizajes virtuales la navegación es una búsqueda personal; sin puntos de llegada, ni puertos de partida. Pero es un modo de construir caminos para comprender los dominios que queremos indagar. "Ya no nos deberán enseñar, debemos permitir aprender".

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